domingo, 3 de agosto de 2014

Juan

Mimuchomasmejor amigo del mundo mundial se llamaba Juan Ángel. Le conocí a través de mi hermana y mi cuñado, era amigo suyo y compañero de la Uni. Vino un día a casa, con ellos, y al día siguiente cuando telefoneó ya preguntó directamente por mi (yo tenía 18 años) a partir de ahí nos hicimos amigos, de los buenos.

Nuestra amistad es eterna. El y yo sabíamos como estábamos con sólo escucharnos el tono de voz. Me animó a reconciliarme con mi novio a pesar de que, tal vez (quien sabe)... Conocía a sus padres, hermanos, cuñados, sobrinos... 

Me enseñó a conducir y convenció a sus papis de comprar un dyane 6 rojo, coche que yo decoré con pegatinas de flores. (... a veces conducía sin carnet, sshhh). Tenía mucha paciencia conmigo y trataba a Alfonso como a sus propios sobrinos.

Conversábamos sobre temas profundos, filosóficos, interesantes y también íbamos al cine a ver pelis de niños con mi hijo. Pasábamos tardes en una cafetería con nuestras amigas y/o con Ramon.



Nos hacíamos mucha compañía mientras "mi chico" estaba en la mili. Nos unimos mucho cuando cortamos el noviazgo y apoyó desde el primer momento mi decisión de recuperar al que luego fue mi primer marido. 

Todo un ejemplo de vida, valiente, templado, cariñoso, pacífico, inteligente, sensible, noble... Tuvo muchos contratiempos de salud y supo sobreponerse desde a la diabetes infantil, pasando por la ceguera que le sobrevino a los veintipocos hasta fallos renales y cardíacos. Y él decía que lo peor de todo fue cuando tuvo depresión, que también superó. 

Se reinventó (estaba estudiando arquitectura). Aprendió a leer y escribir en braille. Encontró trabajo, se aplicó a manejarse con el bastón. Era independiente. Todo esto sin perder su natural afabilidad.

Mi instinto me permitió despedirme ignorando que fuese la despedida. En un viaje relámpago a Madrid llegué tarde a una comida familiar por ir a verle, me contó sus planes, me preguntó por todos y cada uno de mis hijos, me pidió que fuese testigo de su boda, hablamos, reímos, recordamos... y al cabo de dos meses se apagó.

Finalmente murió a punto de conseguir su nuevo proyecto de vida: casarse con la que había sido su enfermera, su amiga, su compañera.

Y podría seguir durante horas hablándoos sobre él... 


Juan, estés donde estés seguro que cuidas a mi chico, juegas al dominó con mi papi y eres feliz. 

Gracias por todos los momentos de vida que compartimos. 

Gracias por enseñarme a seguir. 

Gracias por mostrarme tu lado más humano, comprensivo, fuerte, tierno, generoso y vulnerable. 

Te quiero.


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