martes, 25 de febrero de 2020

morir

Estos días la muerte vuelve a ser protagonista. 

Situaciones muy intensas en las que he sentido, pensado y vivido mucho. Observando mis propias emociones y reacciones, al tiempo que las del entorno más cercano a la persona enferma. 

Momentos de incomprensión, contención y tristeza (incluso de sentirme de otro planeta). También de aceptación, generosidad y, finalmente, esa especie de cansancio tranquilo al dejar de padecer (físicamente). 

Me ha tocado vivir muchas muertes próximas y en cada una el dolor es diferente, pero el denominador común sigue siendo que duele. Lo que hacemos con ello es lo que importa. Claro que depende mucho de los apegos y de cómo nos pille interiormente. Aunque lo difícil viene siendo lo de asumir que se acabó.

Todo es tan relativo, los terrícolas somos tan frágiles, efímeros y vulnerables que el final nos descoloca porque solemos querer más. Más tiempo con la persona querida, más fuerza para soportarlo, más comprensión, más palabras, más silencios contiguos. 

Sea como fuere ver morir nos recuerda que somos mortales. Ello puede provocarnos premura de vivencias, abatimiento profundo, desánimo, apatía, hiperactividad, insomnio, somnolencia, desgana, hambre... y un sinfín de síntomas derivados del duelo.

Desde sin ganas de hacer nada hasta querer hacerlo todo de golpe. Desde el llanto incontrolable a ni una lágrima. Desde sólo querer hablar de la persona fallecida a que ni te la nombren. Desde necesitar mutismo y aislamiento a acompañamiento continuo. 

Todo ello real y respetable. Hay quien se incorpora al trabajo de inmediato y quienes necesitamos un tiempo de des-conexión. En medio de tanta inseguridad es importante querernos y respetarnos, a y entre nosotros. Sin huir de los hechos ni caer en decaimiento (o sólo una miaja). Permitiendo a nuestros corazones que se vayan adaptando a sobrevivir hasta llegar a latir sin taquicardia. 

Qué curioso es seguir notando nuestros latidos cuando los suyos desaparecen. 

Nos puede parecer mentira seguir respirando cuando ellos ya se han quedado sin aire. Pero aquí, paso a paso, es cuando va bien ir llenando ese agujero de las entrañas con el amor que sentimos, sin más, sin menos. 

Es bien llorar, si así nos lo pide el alma. Es bien dejarse arropar, si así nos lo pide el cuerpo. Es bien seguir viviendo, aunque planee sobre nuestras cabezas la idea de acompañarles. Es bien quererles desde aquí y compartir la añoranza con todas las personas implicadas.



Buen viaje amigo Iñaky 
(ahora quien nos va a hacer la paella?)