sábado, 23 de noviembre de 2013

Xavi

Hoy hace dos años y medio... 

La emoción de la añoranza es muy potente, los estados de ánimo ante un gran duelo pueden llevarte desde el llanto más profundo a la risa más sincera y alegre. Es como si enfrentarnos a la muerte así, de cara, nos hiciera valorar aún más la vida. Ante esto sobrevivir es de cobardes. Nuestros muertos nos obligan a estar muy vivos


Con ellos en el corazón, viviendo el presente, sin anclarnos en el pasado. Recordando su recuerdo, nuestros recuerdos. 

Aprendes que la razón, tener razón, carece de importancia. Importante es decir te quiero, así, sin anestesia, clarito y a la cara. Llenarnos el corazón con la compañía de los nuestros, con sus logros, con sus inquietudes, desde la distancia necesaria para permitirles crecer, realizar sus proyectos, dejando siempre la puerta entreabierta. 

Hacer un guiño a la leve frontera entre la vida y la muerte, sin temerla ni desearla, sin obviarla. Cuando mi hija Elena me pregunta: mamá te vas a morir? mi respuesta siempre es si, añadiendo que espero y deseo que no sea ahora mismo. Sobretodo porque una vez decides quedarte (durante un duelo severo a veces hay dudas)... pues te quedas con todas sus consecuencias.

Te vuelves selectivo con los afectos, con el ocio, con la necesidad de dedicarte tiempo. Sin importarte tanto la aprobación ni las pequeñas manipulaciones del entorno. Sin tantas concesiones a los egos.

Disfrutar un buen libro, aquella canción que escuchas con los auriculares para sentirla más tuya. Coger el coche para acercarte a pasear por la playa. Hacer deporte (y dejar de hacerlo). Saborear el café sólo... o acompañado. "Perder" el tiempo jugando para aliviar el alma triste...

Un día de estos tuve una conversación muy interesante (con mi hijo Marc) sobre el tema del esfuerzo. De cómo entendemos cada uno el concepto de esforzarse. Para la mayoría quiere decir hacer muchas cosas y hacerlas aunque te importen un pimiento, estar muy activo y acabar muy cansado haciendo cosas muy "útiles".


Pues bien esto es relativo, especialmente cuando se trata de procesar un duelo severo. Lo que a ojos externos puede parecer inactividad y apatía en ocasiones es un ejercicio de interiorizar y de superación agotador. Reaprender a vivir desde el dolor intenso, desde la ausencia física de alguien tan querido, es una tarea que requiere un esfuerzo difuso y constante, silencioso, íntimo.  

Cambias las prioridades y la perspectiva. Te vuelves más prudente y más atrevido, más sensible  (aborreciendo la sensiblería), necesitas más ternura y eres más duro... si todo eso se llama aprendizaje pues habrá que aprender y seguir levantándonos después de caer.



Xavi, gracias por elegirme como madre. Hoy también te quiero.


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