martes, 18 de julio de 2017

moreras

13/7/17

Duermo la siesta en una tumbona bajo las moreras. Estoy de vacaciones en una casa rural (para cambiar de década lo mejor posible).

Observo el machihembrado de la arboleda que me cobija. Son 4 árboles y sus "dueños" han ido entrelazando sus ramas hasta formar una cúpula espesa, refrescante, acogedora. Se funden las copas formando una sola pieza. Francamente bonito.

Me pregunto si sufren cuando les cortan los brotes y el ramaje que "estorba" para conseguir la forma deseada. Veo las cicatrices y me siento un poco reflejada en ellas. Cuántas veces cortamos por lo sano e incluso permitimos que nos corten para "formarnos"? Cuántos de esos cortes son realmente necesarios?? Forma o forja?


El resultado, en este caso, es un rincón muy especial en el que se está bien a cualquier hora. 

Curioseo la luz que se cuela entre las hojas, de día, y siento la protección que nos dan en la noche. Se consigue un microclima que mantiene una estupenda temperatura .



Luz y sombras hacen que, a retazos, se me ilumine la mirada. Es bien. 


Me fundo en la sensación de comodidad, rescatando la alegría que la serenidad me proporciona. A ratos también hay que dejarse mecer por la brisa.

Me vienen recuerdos y añoranzas, son buenos y los respiro. Mis heridas van sanando a medida que me permito estos ratos de relax, sin sentirme culpable por parar una miaja y sonreír... sin más, sin menos.



Me pido una mesa de piedra bajo un puñao de árboles, 
aunque ellos estén sin domesticar.








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