lunes, 12 de agosto de 2019

tormenta

2:30 h. Hay tormenta. Por fin llueve y estoy desvelada. Siento una tristeza de esas profundas y pienso: qué pena!.

Buscaba una imagen y se me ha ocurrido mirar fotos y whats de hace dos años, momento en el que todo apuntaba a vivir ese amor pendiente y latente de toda la vida. Gestos y palabras llenos de cariño, de buenas intenciones, de deseo de estar juntos y de promesas cargadas de esperanza.

Una vez más todo ha terminado. Buenos momentos, malos momentos. Vivencias intensas que nadie nos podrá robar. Pero... otra ruptura que destroza la ilusión. Este último mes sin vernos ni hablarnos, sin mandar ni señales de humo está siendo duro, raruno, revuelto, liberador, frustrante, solitario. Pura desilusión.

Todos conocemos parejas duraderas felices, otras reguleras y algunas tan temporales como las mías/nuestras. Es bueno hacer balance porque cuando algo se acaba la sensación de chunguez, de que todo queda en nada, puede superar la verdad inicial y hacernos dudar de los sentimientos primeros, primitivos, primarios.

Nos vimos tan seguros, tan indestructibles, que descuidamos la cualidad/calidad, la base de ternura, sinceridad, autenticidad y cercanía que facilita la unión. Las cosas sencillas del día a día, la chispita de magia.

Nuevamente la realidad nos pasa la mano por la cara recordando que todo es efímero, que es necesario valorar y cuidar, ser y estar para disfrutar y dar continuidad a lo bueno.

Las personas morimos, algunas relaciones también (otras superan incluso la muerte). Triste, muy mucho. Toca alzar la vista, agradecer lo compartido, incluso añorar tímidamente y, cuando pase el tiempo necesario para respirar y sanar el dolor, recordar con una sonrisa los regalos vitales recibidos (y entregados).


Sin rencor, sin desamor, sin odio ni rabia. Desde el cariño más profundo. Dejar ir minimizando daños y deseando lo mejor. Entendiendo y aceptando que las personas queridas siguen formando parte de nuestra esencia, desde el corazón hasta el alma. 

Gracias por atrevernos a volver a intentarlo, gracias por el intercambio amoroso, gracias por haber sido recreo y refugio (mutuo). Es bien. 
Ojalá nos permitamos, algún día, volver a ser amigos (como personas humanas).




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