jueves, 13 de agosto de 2015

adicta

Soy adicta al amor, a saco. Sin tapujos ni medias tintas, sin ñoñez ni memez, sin medias naranjas ni estolideces, sin machismo ni feminismo, sin ego tonto ni egoísmo.


Qué bonito es decir te quiero (y que nos lo digan). 

Hemos perdido la vergüenza a decirlo en voz alta y a ampliarlo a los quereres extensos. Claro que podemos caer en la tentación de abusar e ir diciéndolo como el que dice hola que tal, aleatoria y gratuitamente, con lo que pierde parte del sentido.

Como os iba diciendo tengo una adicción y es muy peligrosa. Cuando integras el verbo amar en tu vida diaria, sin necesidad de  acotarlo a una sola persona, animal o cosa... vas aprendiendo a utilizarlo como algo natural, como fuente de vida. Entonces puede coincidir con empezar a valorarse a una misma, a reivindicar lo que corresponde por derecho propio.

Estoy dejando los amores imposibles, junto a las personas poco amorosas, huyendo despacito de los casi nada valientes, dando margen a la esperanza y apostando por la libertad. 

Ayer mismo descubrí una canción que me encandiló: "te quiero libre y me quiero libre... contigo".

Ahora bien, según voy confesando mi debilidad gana fuerza mi reivindicación, sin miedo a perder ni mucho menos a ganar. Lo que tengo muy claro es que, en la misma medida que yo ofrezco afecto, dejo de consentir desamor a mi alrededor, especialmente hacia mi.

Amo la risa espontánea, los cafés improvisados, las confianzas confidenciales, las conversaciones profundas, las charlas informales, las miradas limpias, el calor de los abrazos... con todos los "contigo" que compartís parte del vivir conmigo (sea un minuto, una hora o cuarto y mitad de siglo).


"Contigo es cierto que el mundo parece un poco menos feo"


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