sábado, 21 de febrero de 2015

observar

Llevo tiempo sin escribidir, el otro día redacté una parrafada tan poco "mía" que ahora mismo, al revisarla para decidir si la publicaba, la he borrado enterita. Y es que cada uno escribe a su manera, igual que pensar o sentir, que cada cual se expresa como buenamente puede.  

Lo que intentaba contaros es que cuando uno de los nuestros sufre un percance tirando a peligroso se nos remueve hasta lo irremovible (aunque eso ya lo sabemos todos). La vida nos pasa la mano por la cara, en plan bofetada, recordándonos que somos como pulgas, frágiles, efímeros... esa inestabilidad que intentamos olvidar para poder seguir respirando. 

Me dan ganas de subirme a una nube, mudarme de planeta, bajarme en la próxima... Entonces se despierta mi agradecimiento, difícilmente conseguiré lo que deseo sin sentirme bien con lo que tengo. Siempre pedimos más y mejor, genial. Y qué tal si valoramos una miaja aquellos gestos "normales" , los de a diario, los de andar por casa, aunque sea en bata y zapatillas.

Es obvio que si tenemos un gesto generoso y/o amable lo hacemos porque nos da la gana, bien me parece, pero tampoco sobra recibir un simple gracias e incluso regalarlo. Algunas personas nos despiertan una sonrisa sólo con aceptarnos.

Hoy hace un día gris, de esos majaderos (como la canción "día tonto") y me da por ponerme boba, es de esos momentos en los que observar se convierte en mi quehacer del aquí y ahora


Observo los contrastes de luz, de la oscuridad de nubes espesas a tímidos rayos de sol que se filtran por las rendijas, como esos seres que se te cuelan en el alma y se instalan para siempre.


Observando compruebo que finalmente gana el sol, que ayudado por el viento y el aire frío nos devuelve la luz. Así es la vida.




Y en mi coco sigue sonando la canción: 
"me vestiré despacio y volveré a tantear por mis pies"

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