Llevo ya muchas muertes y muchos muertos acumulados, así es la vida, que tras el fin nos da como premura de principio, una especie de urgencia de estar aquí y ahora. Aunque sea para llorar la pena, e incluso para ello.
Soy una afortunada, os lo digo a menudo. Tengo la suerte de atreverme a sentir intensamente, las luces y las sombras, con toda la alegría y la tristeza que conlleva. Contar en mi saldo con seres especiales, pese a que sean temporales, es un regalo.
Mismamente prefiero llevarles en el corazón que habérmelos perdido por miedo a perderles.
Mismamente prefiero llevarles en el corazón que habérmelos perdido por miedo a perderles.
A veces esas fisuras antiguas del núcleo se resquebrajan ante una nueva pérdida, se remueven las entrañas, se parte el alma... hasta que si das un pasito atrás (o a un lado) para ampliar la visión ves que las cosas intangibles son intocables, es decir que nadie nunca te las podrá robar.
Por otro lado, ante situaciones pelín surrealistas, os agradezco a todas las personas implicadas estar cerca para compartir y acompañarnos mutuamente. Todo y todos nos vamos ubicando en nuestro sitio, con respeto y cariño, para unir fuerzas repartiendo ternura. Es bien.
El problema viene cuando hay que hacer encaje de bolillos para seguir adelante con el resto de personal, ajeno pero cercano. Cuando una, a pesar de ser como Obelix (gracias mi duende por el piropo), busca refugio para recobrar el equilibrio emocional.
En las relaciones se vale observar y auto-indagarse, preguntar: para qué estoy haciendo esto? y/o por qué digo esto otro si quiero decir aquello que callo?.
Ser coherente sería lo acertado. Los miedos y las carencias sacan a la luz lo más chungo, podemos revolcarnos en el fango o aprovechar para hacer limpieza.
Esta última semana ha sido potente, muchos contrastes y vivencias, intentando recomenzar entre situaciones kafkianas... reacciones viscerales provocadas por falsas expectativas y mala comunicación (qué contaminados estamos, jopeta). Viene sucediendo cuando se descompaginan las emociones.
El problema viene cuando hay que hacer encaje de bolillos para seguir adelante con el resto de personal, ajeno pero cercano. Cuando una, a pesar de ser como Obelix (gracias mi duende por el piropo), busca refugio para recobrar el equilibrio emocional.
En las relaciones se vale observar y auto-indagarse, preguntar: para qué estoy haciendo esto? y/o por qué digo esto otro si quiero decir aquello que callo?.
Ser coherente sería lo acertado. Los miedos y las carencias sacan a la luz lo más chungo, podemos revolcarnos en el fango o aprovechar para hacer limpieza.
Esta última semana ha sido potente, muchos contrastes y vivencias, intentando recomenzar entre situaciones kafkianas... reacciones viscerales provocadas por falsas expectativas y mala comunicación (qué contaminados estamos, jopeta). Viene sucediendo cuando se descompaginan las emociones.
Nos desoxidamos y nos movemos una miaja? Hacia la verdad, a ser posible.
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