Tengo un medidor extra de estado de ánimo... por ejemplo cuando me sorprendo a mi misma cantando mientras escojo los yogures del super.
Es que a mi lo de ir a la compra me resulta un solemne coñazo, en cuyo caso cuando me oigo canturrear entre el pasillo de congelados y el de los champús pienso: mira tú, debo estar contenta porque estoy tarareando!.
En mi entorno saben que la entonación me falla, vamos q canto tirando a mal, pues qué igual da si lo importante es la cosica de dentro que me hace estar musical.
Me pongo a pensar y la verdad es que problemas tengo, como to er mundo. Preocupaciones, también. Tristezas, a puñaos... Me empiezo a plantear aquello de que quien canta sus males espanta (era así?).
Por si acaso le doy a la positividad, desactivando ideas negativas, derribando muros ancestrales... y sigo en la fase cantarina, que lloradita ya vengo de casa. Hace tiempo entendí que es imposible, e innecesario, pretender gustar a todo el mundo (además de aburrido). Con lo cual me dejo llevar y soy mucho más libre.
Pueden ser efectos colaterales de llevar una semana intensa, bien me parece. Os lo agradezco a las personas que habéis propiciado mi tontez (cada cual que se sienta aludido/a a su gusto). La verdad es que soy muy afortunada con muy buenas/os personas/os amigas/os de verdad de la buena.
Voy cultivando el arte de la paciencia, evitando falsas expectativas, confiando de nuevo en mi misma y aprovechando las pausas entre dificultades. Cicatrizando las heridas del pasado, abriendo la mente y el corazón.
Y hoy, por fin, nos vamos a dar ese abrazo pendiente con unos amigos "nuevos". Mientras la vida sigue y yo en ella, en mi sitio, evocando la sonrisa y trasmitiendola.
Acabo de leer esta frase y me viene al pelo:
"permitirnos esperar nada, soñándolo todo"
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