Intento mantenerme en mi puesto, en el más amplio sentido de la palabra: ser educada, comedida, cordial... y me pongo seria cuando la situación lo requiere. Aprendiendo sobre la marcha, paso a paso, con determinación.
Es curioso como el concepto que tenemos de nosotros mismos a veces dista mucho de la percepción de los demás. El otro día un señor, que se mostró maleducado e impertinente, consiguió su objetivo de ser atendido por una presunta urgencia. Al salir cruzamos unas palabras en las cuales me acusó de ser muy amenazadora, tanto con mi mirada como en mi trato hacia él. Me produjo un escalofrío y me planteé muy seriamente si, sin querer evitarlo, le había podido "ofender" hasta tal punto.
Luego, yendo hacia casa, aún le daba vueltas al tema (este coco mío), reflexionando sobre qué, de su actitud, quizá me había despertado algún episodio de mis vivencias, activando algo chungo. Me sentí fatal, menudo papelón. Yo convenciéndome a mi misma de mi afabilidad y tal vez desde fuera me ven como que doy miedo. Uff! (Mis hijucos ya dicen que enfadada doy miedín)
A ver, una miaja de "presencia" si que conviene con algún que otro personal, pa qué nos vamos a engañar.
- Tu eres la que estás por las mañanas en... ?
- Pozi, mire usté.
- Pues que sepas que das un poco de "respeto".
- (Jopeta, me lo dice de buen royo). Muchas gracias buen hombre, tenga un buen día.
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