Lo más tierno suele ir protegido por corazas, envolturas potentes o pinchos, por puro instinto de conservación. A veces esas protecciones se fisuran y por las grietas se cuela la dureza, alterando el estado natural de la ternura.
Se lleva mucho la fuerza, porque mostrar fragilidad es como desnudarnos en público. Hasta aquí vale, el problema es cuando los escudos se convierten en protagonistas y se vuelven dictadores ante la sensibilidad. En plan menospreciar las muestras de delicadeza impregnando-las de aparente inutilidad.
Señoras y señores, ser adulto consiste en otra cosa (a mi entender). Sin ir de blandengues ni mostrar nuestras vulnerabilidades a cualquiera, pero imperando y apostando por la humanización de las personas humanas.
Estamos tan saturados de info de hechos muy chungos que nos volvemos como pedernales. Es genial ser fuertes, constantes, valientes. Esforzarnos por lo y los que valen la pena. Es bien sacar nuestra mejor versión para mejorar y colaborar en las mejoras (propias y ajenas).
Pero vale ya de tanta memez, seamos como somos y sigamos respetando a los iguales, a los diferentes, a los reguleros e incluso a los de andar por casa. Siempre y cuando ellos nos respeten a nosotros, sino, ya se sabe... aire!.
Toda esta perorata ha salido a raíz de una conversación con mi hermana, en la que me ha recordado mi propia esencia tierna de cuando era chiquis (gracias hermanuca). En el fondo sigo manteniendo esa chiquilla alegre y confiada, generosa y vital, ahí reside parte de mi fortaleza.
Escribo esto mientras escucho "volver a comenzar" (Luz Casal) y me viene al pelo con mi situación actual, en la que va ganando la desilusión y me planteo sacar todo eso que duele, para volver a empezar (una vez más).
"Y si gana la derrota habrá que volver a empezar... "
(ilustraciones by @muxotepotolobat)
No hay comentarios:
Publicar un comentario