Estaba reflexionando sobre personas que son como islas y me ha invadido esa tristeza tan profunda que casi había olvidado. Tengo tal sensación de vacío e impotencia que hasta las lágrimas dudan en salir (sólo se asoman). Ese nudo en la garganta, las dudas existenciales... Uff!!
Ayer mismo escribía en mi libreta de "estoy indignada" (tengo varias, con otros ítems) sobre las zonas de confort. Os lo cuento:
Pueden ser lugares comunes, de la cotidianeidad, esos que nos apotorran y nos acomodamos sin avanzar, porque ya nos vale. Pero también pueden ser como el oasis en mitad del desierto, es decir momentos de recreo para desconectar y disfrutar cogiendo aire para, luego, seguir avanzando.
Cuanto más árido o revuelto sea el camino más tentador es salirse una miaja de ello, en plan náufrago. Es complicado porque lo queremos todo, tonterías las mínimas. Ahora mismo o me aletargo o me estreso, o peor aún si me deprimo. Malamente.
Buscando el equilibrio, vale, y qué hago cuando me vuelvo a sentir chiquitita? Tal vez resurgen heridas del pasado (propias y ajenas). Quizá estoy revisando mi vida, enfrentando mis miserias para recuperar inocencia. Es bien?
Me planteo un recicle a nivel laboral, aunque es como la pescadilla que se muerde la cola (sin trabajo es difícil costear formación). Confío en mí y en la vida... pero sigo triste. Hoy me lo permito, mañana saldrá el sol?
Siempre me quedará alguna isla.
(imagenes de @muxotepotolobat, gracias)