miércoles, 25 de febrero de 2015

45


Han pasado 45 días 23, vuelve a coincidir en lunes... es tiempo suficiente? Parece como si hubieran pasado apenas diez minutos.

Os confieso que, al principio, cuando alguien me decía que con los meses y los años lo vería de otra forma, me daban ganas de mandarles a... Ahora compruebo que algo de razón tenían. Aunque en días como éste la añoranza supera a cualquier otra emoción.


Es así, o aprendo a vivir con ello, es decir sin él (sin ellos), o pa poca salud mejor morirse. Cuando decido quedarme y seguir adelante apuesto por la vida, con toda la dificultad y el esfuerzo que conlleva: también con toda la alegría y las nuevas buenas vivencias, incluso las malas o las reguleras.

Vivir, qué extraña sensación! Es curioso que durante muchos años, en muchas etapas, me sentía como espectadora de mi propio devenir, como si mi cuerpo y mis vivencias fueran de otra persona y yo solo lo observaba sin terminar de reconocerme.

Debe ser algo parecido a lo que advertía mi padre sobre quemar etapas. Poco a poco aprendo que corría demasiado y los sucesos se avanzaban a mi comprensión produciendo un desajuste interno (rayando en la neurosis). Sigue, sigue sin parar, que siempre hay trabajo pendiente... 

Hay infinitas cosas que hago fatal, equivocaciones, frustraciones, fracasos... la verdad es que lo único que me sabe mal son las veces que he perdido la calma, que me he dejado llevar por esos miedos ancestrales a mostrar mi vulnerabilidad, mostrando como respuesta mi parte más menos bonita.

Ahora, por fin, me empiezo a querer. Cuando estaba estupenda me sentía fea. En este momento, con mi sobrepeso, mis arrugas y todo lo demás... pues mira, aún puedo sentir la caricia del sol y el sonido de las olas o de la música que acompasan mi alma, con todos sus rotos y descosidos, remendándola. Me miro a los ojos buscando aquel brillo para intentar sacarlo a pasear. Me acompañas?


Va por ti, Xavi, porque hoy también te quiero.

sábado, 21 de febrero de 2015

observar

Llevo tiempo sin escribidir, el otro día redacté una parrafada tan poco "mía" que ahora mismo, al revisarla para decidir si la publicaba, la he borrado enterita. Y es que cada uno escribe a su manera, igual que pensar o sentir, que cada cual se expresa como buenamente puede.  

Lo que intentaba contaros es que cuando uno de los nuestros sufre un percance tirando a peligroso se nos remueve hasta lo irremovible (aunque eso ya lo sabemos todos). La vida nos pasa la mano por la cara, en plan bofetada, recordándonos que somos como pulgas, frágiles, efímeros... esa inestabilidad que intentamos olvidar para poder seguir respirando. 

Me dan ganas de subirme a una nube, mudarme de planeta, bajarme en la próxima... Entonces se despierta mi agradecimiento, difícilmente conseguiré lo que deseo sin sentirme bien con lo que tengo. Siempre pedimos más y mejor, genial. Y qué tal si valoramos una miaja aquellos gestos "normales" , los de a diario, los de andar por casa, aunque sea en bata y zapatillas.

Es obvio que si tenemos un gesto generoso y/o amable lo hacemos porque nos da la gana, bien me parece, pero tampoco sobra recibir un simple gracias e incluso regalarlo. Algunas personas nos despiertan una sonrisa sólo con aceptarnos.

Hoy hace un día gris, de esos majaderos (como la canción "día tonto") y me da por ponerme boba, es de esos momentos en los que observar se convierte en mi quehacer del aquí y ahora


Observo los contrastes de luz, de la oscuridad de nubes espesas a tímidos rayos de sol que se filtran por las rendijas, como esos seres que se te cuelan en el alma y se instalan para siempre.


Observando compruebo que finalmente gana el sol, que ayudado por el viento y el aire frío nos devuelve la luz. Así es la vida.




Y en mi coco sigue sonando la canción: 
"me vestiré despacio y volveré a tantear por mis pies"