miércoles, 6 de marzo de 2019

#mirecreo

Hoy, que el día está gris, iba tarareando por la calle "el sitio de mi recreo", hasta el punto de buscarla en youtube y ponerme los auriculares, cual criatura jovenzuela. Me he liado una miaja entre los cables, el móvil y el paraguas... pero lo he conseguido (aunque casi pierdo el pan por el camino).

Y ahora, ya en casa, lo vuelvo a escuchar e incluso busco diferentes vídeos para compartir uno en mi FB (he editado la publicación como tres veces o así). Y es que, cuando una canción se me mete en el coco siempre es por algo, hasta llegar a la cansinez. 

He pasado un par de días bastante escorromoñada a nivel emociones, sensaciones, sentimientos, añoranzas de amores y desamores. Lo que pudo haber sido, lo que nunca será y lo que tal vez sea (ya sabes, cariño, lo vamos viendo). Me cuento a mi misma, a nivel mental, que todo está procesado, que ya superé los duelos y que el recreo es una buena opción de presente.

Pero de pronto una conversación, un instante aparentemente inofensivo (con alguien de siempre), me estruja el corazón, como si quisiera exprimirlo cual naranja que duda si está abierta buscando esa mitad que nos contaban de chiquis... O si se cierra en banda y/o se asocia con un pomelo. 

Jopeta que intensita estoy, ya lo dicen mis colegas (los auténticos). Y es que cuando sonrío flipo y cuando lloro puedo inundar el mar. Lo mejor del caso es que todo ello es en momentos puntuales, en general soy bastante de andar por casa. Llevo una cotidianeidad tirando a sosa, que se compensa divinamente con las mini-escapadas y los ratos con buenos amigos/as.

Compartir vida con las personas humanas que formáis parte de la mía es bien, incluso muy bien. Gracias! 
Silencio, brisa y cordura... dan aliento a mi "locura".








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